El verano trae consigo una serie de riesgos para la piel de los niños, sobre todo de aquellos que sufren dermatitis atópica o urticaria crónica.
La exposición al sol, el sudor o el cloro pueden provocar reacciones en la piel de estos niños con la aparición de eccemas, enrojecimiento e inflamación.
Para evitar lesiones cutáneas originadas por este tipo de desencadenantes en los meses estivales la principal medida es mantener la piel del menor bien hidratada para que la barrera cutánea pueda frenar la acción de los agentes irritantes. El uso de cremas hidratantes y emolientes resulta eficaz en este sentido. Además, conviene evitar el uso de colonias o jabones con sustancias que puedan resultar agresivas, usar prendas de tejidos naturales, como el algodón o el lino, proteger la piel con protectores solares de amplio espectro, bañarlos con agua templada en lugar de caliente y ducharse al salir de la piscina, entre otros.