Crisis asmática

En una persona que tiene asma, las vías respiratorias de los pulmones son un problema. Siempre están un poco inflamadas e irritadas, pero, durante una crisis asmática (también denominada ataque, brote o episodio asmático, o exacerbación de asma), los problemas se agravan. Una mucosidad pegajosa obstruye parcialmente esas importantes vías respiratorias. Y los músculos que hay a su alrededor se contraen, estrechándolas todavía más y quedando muy poco espacio en su interior para que fluya el aire con normalidad.

Cuando una persona tiene una crisis asmática, también puede presentar sudoración y/o sentir que se le acelera el ritmo cardíaco. Si se trata de una crisis grave, la persona tendrá que hacer grandes esfuerzos para respirar incluso estando sentada y quieta. Es posible que no pueda decir más que unas pocas palabras seguidas y tendrá que hacer frecuentes pausas para respirar.

Puesto que una crisis asmática puede poner en peligro la vida de una persona, todas las crisis asmáticas requieren atención. Cuando una persona tiene una crisis asmática puede necesitar una medicación de rescate contra el asma (o de alivio rápido), ir al médico o, incluso, acudir a un hospital.

Hay ciertos elementos que pueden provocar síntomas asmáticos en las personas con asma. Reciben el nombre de desencadenantes. No siempre está claro cuáles son los desencadenantes del asma en una persona en concreto, pero los desencadenantes más habituales incluyen el humo del tabaco, el aire frío, el ejercicio físico y las infecciones, como los catarros.

Muchas personas que tienen asma también padecen alergias. En estas personas, los alergenos -los elementos que desencadenan síntomas alérgicos- también pueden provocar crisis asmáticas. Ejemplos de desencadenantes alérgicos habituales incluyen la caspa de los animales, los ácaros del polvo, el moho y las cucarachas.

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